REGIONALISMO Y NACIONALISMO
1.- INTRODUCCIÓN. 2.- LOS NACIONALISMOS PERIFÉRICOS. 3.- ANDALUCÍA Y EL MOVIMIENTO POLÍTICO-CULTURAL REGIONALISTA. BLAS INFANTE. 1.- INTRODUCCIÓN.
El Nacionalismo contemporáneo surge en Europa a partir del primer tercio del Siglo XIX, ligado al movimiento del Romanticismo. El movimiento nacionalista no tiene una ideología concreta, es, más bien, un sentimiento de amor a la Nación. Una nación formada por un conjunto de ciudadanos unidos por unos vínculos comunes: la misma lengua, la misma historia, las mismas costumbres, la misma raza o cultura. En su vertiente política, el nacionalismo fue un fenómeno revolucionario por : 1) Estar en contra del absolutismo implantado por el régimen de la Restauración, al defender el principio de la Autodeterminación de los pueblos, es decir, de que los pueblos tienen el poder y el derecho de darse las leyes y formas de gobierno que quisieran. 2) Estar en contra del mapa europeo impuesto por las potencias de la Restauración en el Congreso de Viena de 1815. En este sentido, el nacionalismo será uno de los factores que contribuya decisivamente a romper con el sistema de la Restauración y el orden internacional impuesto en Viena ya que: 1) Promoverá la independencia de una serie de pueblos que habían quedado sometidos a otros, como son los casos de Bélgica (sometido a Holanda) o de Grecia (sometida al Imperio Turco). 2) Promoverá la unificación de distintos pueblos en una sola nación, casos de las unificaciones de Italia y Alemania. Procesos que se desarrollan en Europa entre 1820 y 1870. En España, la inestabilidad política imperante durante la época de las regencias, el reinado de Isabel II y el sexenio democrático provocará que las ideas nacionalistas lleguen tarde. No será hasta finales del Siglo XIX, durante la etapa de la Restauración, cuando vayan tomando cuerpo los distintos movimientos regionalistas. A pesar de las diferencias entre los movimientos regionalistas/nacionalistas españoles, podemos establecer una serie de rasgos comunes a todos ellos: 1.- Son una prolongación o derivación de una serie de movimientos culturales de signo romántico que comienzan a desarrollarse a mitad del Siglo XIX, en los que se defiende el valor de la lengua vernácula, que tratan de recuperar la historia común, que defienden los particularismos institucionales o jurídicos de la región, así como las costumbres y tradiciones propias. Todo ello dará lugar a una literatura propia, en su lengua, a las celebraciones de Juegos Florales que recuperan antiguas costumbres y tradiciones o de campañas de defensa de las antiguas instituciones o fueros. 2.- La base social de estos movimientos es eminentemente burguesa y urbana. Lo cual no impide su fuerte vinculación con el mundo rural donde se conservan mejor los rasgos lingüísticos, históricos o floclóricos que se tratan de recuperar o conservar. 3.- Son, también, una reacción frente al centralismo impuesto por el régimen liberal. La organización centralista del Estado, con la división territorial basada en provincias, pretendió desconocer o ignorar las realidades regionalistas y disolverlas. Frente a ese centralismo surgieron los regionalismos, todos ellos en regiones periféricas (Cataluña, País Vasco, Galicia, Andalucía), de ahí que se conozcan como nacionalismos periféricos. 4.- Es a partir de la crisis del 98 cuando los regionalismos se convierten en movimientos políticos, fundándose una serie de partidos políticos nacionalistas que buscan la autonomía y la descentralización del Estado y, en algún caso, la independencia. Estos partidos, junto a las fuerzas republicanas y del movimiento obrero, formarán los llamados partidos antidinásticos, que con su presión terminarán derribando el régimen de la Restauración, por su incapacidad de integrarlos en el poder (turnismo sólo de dos partidos). 5.- Los componentes ideológicos que configuran los regionalismos son bastante heterogéneos. En casi todos ellos aparece una combinación, una mezcla, de ideas del liberalismo, el tradicionalismo y el federalismo del sexenio. 2.- LOS NACIONALISMOS PERIFÉRICOS.
A.- CATALUÑA. El nacionalismo catalán nació de cuatro corrientes distintas que con el tiempo se integraron en una sola: 1) El proteccionismo económico. Que defendía a la industria catalana de la competencia extranjera. Su principal manifestación fue la creación de la organización patronal Fomento del Trabajo bajo inspiración de Joan Güell, apoyada por toda la burguesía catalana, que va a conseguir que los gobiernos implanten una política proteccionista. 2) El Federalismo. Se inspira en las teorías de Pi y Margall y su máximo representante será Almirall. En su obra Lo Catalanisme defiende la necesidad de respetar y fomentar la manera de ser y las costumbres tradicionales catalanas, así como reivindica las divisiones “naturales” frente a las provincias “artificiales”. Es defensor de una plena autonomía para Cataluña, pero no es independentista. Su propuesta era regenerar Cataluña por la autonomía plena y el desarrollo industrial, con lo que se derrotaría al centralismo burocrático y a la España rural y se transformaría al estado español a modo y semejanza de Cataluña. 3) El Tradicionalismo. Que se inspira, por una parte, en el Carlismo y su defensa de los fueros y, por otra, en el pensamiento católico de la llamada Escuela de Vic, cuyos máximos representantes son Jaime Balmes y, sobre todo, el obispo de Tarragona Torras y Bages. 4) La Renaixença. Movimiento cultural de carácter romántico basado en la defensa de la lengua vernácula y en la recuperación y conservación de las tradiciones, instituciones y leyes históricas catalanas. Movimiento que produce excelentes escritores como Jacinto Verdaguer, Ángel Guimerá, Maragall o Rusiñol, los dos últimos activos defensores de la autonomía. En el desarrollo del regionalismo catalán, podemos resaltar los siguientes hechos: a.- Entre 1876 y 1898, el regionalismo catalán fue un movimiento minoritario sin apenas respaldo social. El sistema de la Restauración se había implantado en 1876 con el apoyo de la burguesía catalana y la hegemonía política de los dos partidos dinásticos del turno fue aceptada sin protestas. El catalanismo como movimiento político aún no había nacido y el sentimiento regionalista era minoritario. A pesar de ello, hay algunas manifestaciones interesantes: 1) Las primeras tienen como figura a Almirall, que en 1879 funda el Diari Catalá, escrito íntegramente en catalán; En 1882 fundará el Centre Catalá; En 1885 promovió y participó en la entrega a Alfonso XII del Memorial de Greuges, considerado como el primer documento político del catalanismo y en 1886 escribe Lo Catalanisme. Sin embargo, toda su labor tuvo escaso eco social. 2) En 1887, una serie de intelectuales de tendencia conservadora se separa del Centre Catalá y fundan la LLiga de Cataluña que, con motivo de los juegos florales celebrados en la Exposición Universal de Barcelona de 1888, presentaron a la regente Mª Cristina un programa regionalista que mantenía la fidelidad a la monarquía, pero que exigía una amplia autonomía para Cataluña. 3) En 1891, Prat de la Riba logra unir al Centre Catalá y la LLiga en la Unió Catalanista, que en 1892 redacta las Bases de Manresa, documento guía del catalanismo político, en el que se exponen las competencias que debe asumir el Estado y las que deben ser propias de Cataluña. Entre las del Estado se reconocen las relaciones internacionales, el control del ejército, la construcción de las vías de comunicación o la resolución de los conflictos interregionales. Para Cataluña se reclaman el establecimiento del catalán como lengua oficial, la acuñación de moneda propia, el acceso a empleos públicos sólo para los nacidos o naturalizados en Cataluña, el control del orden público y la justicia o el establecimiento de un Parlamento Catalán. La Unió siguió teniendo poco respaldo social, por lo que se fue diluyendo con el tiempo. b.- Entre 1898 y 1917. Con la Crisis del 98 y los comienzos de siglo, el catalanismo experimenta un giro radical y comienza su etapa de auge. Se convierte en un movimiento político que cobra gran importancia gracias al apoyo decidido de la burguesía catalana. Entre los hechos que podemos resaltar están: 1) En 1901, Prat de la Riba funda la LLiga Regionalista, partido político nacionalista de carácter conservador apoyado por la alta y media burguesía catalana. Su gran objetivo fue conseguir una autonomía plena dentro del Estado español, aceptando el juego de los partidos de la Restauración, pero con un matiz regeneracionista, ya que denuncia sus vicios y apuesta por la renovación del sistema. Su primer gran triunfo estuvo en las elecciones de 1901 donde sus cuatro candidatos consiguieron ser elegidos diputados en las Cortes. La LLiga es de tendencia conservadora y representante de los intereses de la burguesía, mientras que en el campo de la izquierda no logra consolidarse ningún partido catalanista con fuerza suficiente, a pesar de que se fundan varios. 2) Los sucesos de 1905 en los que los militares asaltaron y destruyeron las redacciones de los periódicos Cu-Cut y La Voz de Cataluña, por el chiste ofensivo del primero contra los militares, la publicación en 1906 de la Ley de Jurisdicciones por la que se sometían a los tribunales militares cualquier delito contra la patria y el ejército y el apoyo del gobierno de Madrid a los militares. provocaron la formación en 1906 de Solidaritat Catalana, movimiento que agrupó a todas las fuerzas políticas catalanas con el objetivo de defender los derechos de Cataluña. Fue un movimiento moderado encabezado por la LLiga, de composición interclasista y con gran diversidad ideológica entre sus integrantes. Poco a poco iría disolviéndose, pero sirvió para difundir la conciencia catalanista por toda Cataluña. 3) Durante el gobierno de Canalejas, entre 1909 y 1912, las aspiraciones autonómicas de Cataluña parecieron conseguirse ya que se preparó la Ley de Mancomunidades, que permitirá la formación de la Mancomunidad de Cataluña, órgano administrativo gobernado por catalanes. El proyecto no se puso en marcha por el asesinato de Canalejas en 1912, sin embargo, en 1913 durante la presidencia de Dato se aprobaría la ley, por la que se permite a las provincias mancomunarse, aunque con fines exclusivamente administrativos. Así, en 1914 nace la Mancomunidad de Cataluña, cuyo presidente fue Prat de la Riba. 4) En 1917, la crisis provocada por el enfrentamiento entre las Juntas Militares de defensa y el gobierno dieron esperanzas de cambio y regeneración a sectores ideológicos tan diferentes como los catalanistas, los republicanos, los socialistas y anarquistas. Todos juntos iniciaron un confuso movimiento civil liderado por Melquíades Álvarez, del partido republicano, y Francesc Cambó, de la LLiga. Ambos convocaron una reunión de diputados y senadores, la Asamblea de Parlamentarios, cuyo fin era redactar una nueva Constitución para España que sustituyera al régimen de la Restauración y en la que se reconocería la plena autonomía para Cataluña. La asamblea de Parlamentarios fue uno de los episodios que contribuye a la crisis de 1917 en el país. Tuvo, sin embargo, poca fuerza y terminó disolviéndose por: a) Los distintos intereses de las fuerzas que la formaban, ya que mientras los catalanistas aspiraban a la autonomía plena de Cataluña y a renovar el sistema que seguiría siendo monárquico, republicanos, socialistas y anarquistas aspiraban a un cambio total del sistema que incluía la instauración de una república. b) La sólida postura presentada por el gobierno de Madrid, que se negó a reconocer a la Asamblea tachándola de ilegal, anticonstitucional y separatista. c) No contó nunca con el apoyo de las Juntas Militares de Defensa a pesar de los esfuerzos de Cambó. d) La huelga general convocada por los sindicatos obreros en agosto, que asustó a la mayoría de los asambleístas, representantes de la burguesía. c.- Entre 1918 y 1923. Tras la crisis de 1917, el nacionalismo catalán conocerá un importante desarrollo al apoyarse en el principio de autodeterminación de los pueblos defendido por el presidente norteamericano Wilson (vencedor de la I guerra Mundial) y por el desarrollo de nuevas fuerzas nacionalistas. El hecho más importante para el movimiento catalanista fue que la LLiga fue perdiendo fuerza e importancia dentro de Cataluña a favor de nuevas fuerzas políticas. Entre las causas de su declive, están: 1) El fracaso de la Asamblea de Parlamentarios y la colaboración del líder de la LLiga, Cambó, en los distintos gobiernos de concentración de Madrid a partir de 1918, que dan lugar a fuertes críticas de la izquierda catalanista que fue tomando fuerza y mayor organización. Así, en 1920, Lluis Companys fundaba el sindicato Unió de Rabassaires y ,en 1922, Francesc Maciá fundaba el partido Estat Catalá, el más radicalmente nacionalista. De la unión de Estat Catalá y Unió de Rabassaires surgiría en 1931 la Ezquerra Republicana de Cataluña, dirigida por Maciá y Companys, que aglutinará a los sectores más radicales y de izquierdas. 2) Al mismo tiempo, Cambó y la LLiga fueron perdiendo apoyo de la derecha catalana por: a) Su participación en los sucesos revolucionarios de 1917. b) La campaña proautonomía desarrollada entre 1918 y 1919, en la que la derecha creyó ver amenazas contra el orden público y la seguridad económica de Cataluña. Así, en 1919, surgen la Unión Monárquica Nacional y la Liga Patriótica Española, organizaciones monárquicas y anticatalanistas. c) El fracaso de las relaciones con el gobierno central de Madrid. En 1918-1919, Cambó y la LLiga iniciaron una intensa campaña pro-autonomía y redactaron un Estatuto de Autonomía que, presentado en las Cortes, fue rechazado. Además, fueron creciendo las críticas anticatalanistas en algunas regiones de España, contrarias a cualquier tipo de autonomía que pusiera en peligro la unidad nacional. Las tensiones entre Madrid y Barcelona fueron creciendo a raíz del rechazo al Estatuto, amenazando los catalanes con la dimisión colectiva de todos los ayuntamientos de Cataluña. Sin embargo, el comienzo de la huelga de la Canadiense y el desarrollo del trienio bolchevique apaciguaron momentáneamente las reivindicaciones nacionalistas. d.- Entre 1923 y 1932. El golpe del general Primo de Rivera fue bien recibido por la burguesía catalana. Se habla, incluso, de un pacto entre Cambó, presidente de la Mancomunidad, y Primo de Rivera por el que la alta burguesía catalana y la LLiga apoyarían el golpe a cambio de potenciar la autonomía de Cataluña. Si existió el acuerdo, fue un fracaso, ya que el dictador inició una dura campaña de represión contra las manifestaciones catalanas, derrumbando todas las esperanzas que la burguesía había puesto en el régimen. Así, se prohibieron las manifestaciones que pudieran atentar contra la seguridad y unidad de la patria, el uso de la lengua catalana, cantar els segadors o izar la bandera catalana. Además, se disolvió la Mancomunidad y se cerró el periódico de la LLiga, la Voz de Cataluña. Con esta dura represión, Primo de Rivera creyó solucionar el problema del nacionalismo en Cataluña, aunque en realidad lo que logró fue radicalizarlo más, ya que la LLiga dejó de tener la primacía en favor de los partidos más radicales. En definitiva, la LLiga irá perdiendo importancia dentro del movimiento catalanista y será reemplazada por los partidos de izquierda, liderados por Maciá y Lluis Companys, que tomaron a su cargo la defensa de los intereses nacionalistas, con el apoyo de la mayoría de la sociedad catalana. Serán ellos, por tanto, los que consigan los mayores éxitos del catalanismo con la concesión en 1932 del Estatuto de Autonomía ya con la II República. B.- PAÍS VASCO. El nacionalismo vasco no presenta los rasgos de modernidad, ni se nutre de la variedad de tendencias del nacionalismo catalán. En su origen podemos señalar dos causas básicas: la abolición de los fueros en 1876 y el desarrollo del proceso industrializador. En 1876, la derogación de los fueros da lugar a dos tipos de reacciones distintas: 1) Los que la aceptaron, alta burguesía industrial y de negocios, y supieron rentabilizar la pérdida mediante una serie de conciertos económicos con Madrid en provecho propio. 2) Los que no la aceptaron que, apelando al tradicionalismo, defendieron la recuperación íntegra de los fueros. Eran los carlistas, que se aferraron a la defensa de un País Vasco agrario, tradicional y contrarios al fenómeno urbano e industrial que debilitaba la esencia de “lo vasco”. El padre del nacionalismo vasco es Sabino Arana que, en la década de los 90, dará coherencia y estructurará sus ideas. El nacionalismo vasco presenta como rasgos distintivos: la defensa de la raza vasca; la defensa de las tradiciones, costumbres y de la lengua vasca; Un profundo catolicismo antiliberal; el antiespañolismo, ya que aspira no a la plena autonomía, sino a la independencia de Euskadi. Su lema es “Dios y ley vieja” (fueros). El purismo racista de Arana rechazó el proceso industrializador porque estaba dando lugar a una fuerte inmigración de obreros de otras zonas de España, los Maketos, que estaba provocando la decadencia de la raza vasca por mestizaje. Igualmente, la industrialización y el crecimiento urbano estaban provocando la desaparición de la sociedad vasca tradicional, agraria, y sus costumbres y tradiciones. Precisamente, su oposición a la inmigración provocará el radical enfrentamiento del nacionalismo vasco con el socialismo, restándole mucha fuerza en los primeros momentos. Por otra parte, la defensa de los fueros, el férreo centralismo impuesto desde Madrid y la industrialización hicieron a Arana identificar al capitalismo y al centralismo con lo español y de ahí surge la defensa del antiespañolismo, del integrismo católico y antiliberal y del independentismo de Euskadi. En la evolución del nacionalismo vasco, destacan los siguientes hechos: a.- En los primeros años fue un movimiento minoritario y con escasa fuerza, totalmente ligado a la acción de su fundador, Arana. Arana publicará en 1892 el libro Vizcaya por su Independencia, que se convertirá en el ideario del nacionalismo vasco; En 1894 organiza la primera Batzoki y en 1895 funda el primer Partido Nacionalista Vasco, integrado por una minoría de la clase media-baja urbana y de propietarios rurales de Bilbao y su comarca. Desde 1897-98, el partido realiza una importante labor difusora de sus ideas a través de periódicos como el Correo Vasco, La Patria o la revista Euskadi. En el 98, Arana gana un escaño en la Diputación de Vizcaya y en el 99, en las elecciones municipales son elegidos cinco concejales nacionalistas en Bilbao. Fueron éxitos modestos, ya que entre 1900 y 1902 el partido no alcanza ningún representante en las distintas elecciones a las que se presenta, lo que nos hace ver su escasa fuerza y poco respaldo social determinado, básicamente, por el rechazo a las ideas de Arana de la alta burguesía vasca y del socialismo. El propio Arana perdió interés por la política y se retiró, dedicándose a actividades literarias en las que normaliza y estructura la lengua vasca, el euskera, pues el nacionalismo vasco, al contrario que el catalán o el gallego, no tiene una base literaria, al estar la lengua vasca escasamente presente en los textos poéticos o novelísticos. Arana moriría en 1903 y con su muerte el nacionalismo vasco tomó otros derroteros. b.- Tras la muerte de Arana, el partido fue ampliando sus bases con la entrada de parte de la burguesía vasca, más moderna e industrial y más moderada. Surgió, entonces, una lucha interna entre los seguidores de Arana, defensores de la independencia, y los defensores de obtener una amplía autonomía dentro del estado español. Esta lucha interna mantendrá al nacionalismo vasco dividido y con escasa fuerza e importancia en la vida política española. Tras la I Guerra Mundial, el nacionalismo vasco se revitaliza gracias al apoyo de la alta burguesía industrial y financiera, que encontró en el partido un instrumento para oponerse a los planes fiscales del ministro de hacienda Santiago Alba, en relación con los beneficios extraordinarios de la guerra. Ello provoca su unión con la burguesía catalana y la Lliga para luchar por la autonomía de ambas zonas y la victoria del partido en el País Vasco en las elecciones de 1918. A pesar de ello, las tensiones dentro del partido se mantienen y en 1921 hay una escisión de la que nacen dos partidos: La Comunión Nacionalista Vasca y el segundo Partido Nacionalista Vasco, actual PNV. No conseguiría, sin embargo, grandes concesiones el nacionalismo vasco, ni tuvo el arraigo y la importancia del catalán. Habría que esperar a la II República para que cobre un mayor y más decidido empuje y consiga la aprobación de su Estatuto de Autonomía. C.- GALICIA. El regionalismo gallego comienza a manifestarse a partir de los años 80. Un regionalismo que tiene sus antecedentes en: 1) El movimiento romántico del Rexurdimento, movimiento de defensa y recuperación de la lengua, la cultura, tradiciones y costumbres y la historia de Galicia, cuya máxima figura es Rosalía de Castro. 2) El federalismo republicano desarrollado durante el Sexenio. En la formación del regionalismo gallego convergen distintas corrientes ideológicas que, al contrario del catalán, no se unieron, sino que se enfrentaron haciendo muy difícil los acuerdos y colaboraciones. Entre ellas destacan: a.- La tendencia tradicionalista y católica representada por Alfonso Brañas, que publicará en 1899 su libro el Regionalismo y su aplicación a Galicia, en el que establece un primer programa político centrado en la defensa de los fueros, la descentralización y la plena autonomía de Galicia dentro del estado español. b.- La tendencia republicana federalista defendida por Aureliano Pereira. c.- La tendencia liberal defendida por Manuel Murguía, que en 1890 crea la Liga Regionalista de La Coruña, exponiendo los puntos esenciales del nacionalismo gallego: autonomía y no independencia; combate del caciquismo y promoción de la lengua, las artes y las industrias gallegas. Esta división ideológica y el escaso apoyo social hacen que el nacionalismo gallego, que logró un apreciable desarrollo cultural, no llegara a consolidarse como fuerza política, es decir, no logra consolidarse en un partido político que defendiera las aspiraciones autonómicas de los gallegos hasta principios del Siglo XX. El primer intento político importante del nacionalismo gallego fue la creación en 1907 de Solidaridad Gallega, una agrupación de campesinos que no actuó como un verdadero partido político, ni se presentó a las elecciones generales, limitándose a presentarse a las elecciones municipales en algunos lugares y que terminaría disolviéndose en 1912. Al igual que otros nacionalismos, el gallego se revitalizó durante la I Guerra Mundial. Así, en 1916 se crean las Irmandades de Fala que, en 1918, celebraron la primera asamblea general en la que se elaboró el primer texto donde se recogen todas las aspiraciones autonómicas del galleguismo. Un año después, se crearía el Partido Nacionalista Galego, aunque, de momento, el nacionalismo gallego siguió teniendo poco respaldo social y no adquiriría importancia y fuerza hasta la II República. D.- VALENCIA. Fue el último de los nacionalismos periféricos, el más tardío en organizarse. Al igual que otros nacionalismos, tiene sus antecedentes en el desarrollo desde la época de la Restauración de un movimiento cultural de defensa y recuperación de la lengua, tradiciones y costumbres valencianas, conocido como LO RAT PENAT (el Murciélago). Como en el caso catalán y gallego, en el nacionalismo valenciano hay una vertiente tradicionalista y católica representada por Llorente y otra vertiente liberal representada por el pensamiento de Llompart. Será a principios del Siglo XX cuando el valencianismo cree sus primeros partidos y organizaciones políticas en defensa de la autonomía, dentro del estado español. En 1904, se crea Valencia Nova, primer paso del valencianismo político; En 1908, se crea la Joventut Valencianista de carácter más radical; En 1910, se crea Solidaridad Valenciana, partido que intentó reunir a todas las fuerzas valencianistas y se celebró una Asamblea regionalista en la que se elaboró un programa autonómico y bilingüista, basado en las ideas que Barberá expuso en su trabajo sobre el regionalismo y la cultura valenciana. Sin embargo, el escaso respaldo social y la división interna dentro del movimiento nacionalista hicieron que la iniciativa fracasara. Habría que esperar a los años de la I Guerra Mundial para que el valencianismo resurgiera con la fundación de la Unión Valencianista Regional y la Joventut Republicana Nacionalista. A pesar de ello, el escaso respaldo social hizo que el movimiento tuviera poca importancia. Caso aparte merece el Blasquismo, movimiento articulado en torno al novelista Blasco Ibáñez, basado en un fuerte anticlericalismo y la instauración de una República. El movimiento se dividiría en dos facciones, una seguidora de Blasco y otra de Rodrigo Soriano, enfrentados sólo por motivos personales. Fue un movimiento que contó con el apoyo de la pequeña burguesía valenciana, pero que no logró afianzarse más allá de la ciudad de Valencia y las comarcas de su alrededor. 3.- ANDALUCÍA Y EL MOVIMIENTO POLÍTICO-CULTURAL REGIONALISTA. BLAS INFANTE.
a.- La vertiente cultural del andalucismo. En la segunda mitad del Siglo XIX tuvo lugar un amplio movimiento intelectual en Andalucía en el que influyeron de forma muy importante los principios de la teoría evolucionista y el Krausismo, que favorecen un clima de renovación y abrieron la investigación científica con la aplicación de los métodos experimentales. El principal difusor de los principios evolucionistas en Andalucía fue Antonio Machado y Núñez y del Krausismo Federico de Castro. La colaboración entre ambos dio como fruto una nueva visión de la educación y de la ciencia, que quedó plasmada en la publicación de revistas como la Revista de Filosofía, Literatura y Ciencias de Sevilla o la fundación de sociedades como la Sociedad Antropológica de Sevilla y, sobre todo, el Ateneo de Sevilla, que sobresalió por la actividad desplegada en pro de la difusión del andalucismo. El Ateneo, por ejemplo, convocaba anualmente Juegos Florales que sirvieron para difundir la obra y el pensamiento de autores como Luis Montoto, Los hermanos Guichot o José María Izquierdo. Gracias a sus estudios, se hizo posible ir señalando los rasgos físicos definitorios de los andaluces y ponerlos en relación con la existencia de un pueblo que tiene una historia común, que vive en un marco geográfico preciso y que tiene una cultura común. Era, pues, la primera vez que se hablaba de una identidad andaluza, a partir de una serie de datos observables, que se mantenía inalterable en el tiempo y estaba por encima del desarrollo histórico y de las condiciones socio-económicas. Así, en 1869, Machado y Núñez en su Cathalogus Methodicus Mammalium ofrece una relación bastante completa de los rasgos propios del andaluz, que van desde los materiales (aspecto físico o gustos culinarios) hasta los que definen su espiritualidad (espíritu independiente, orgullo y sentido igualitario). Por su parte, Federico de Castro investigó y puso de relieve todo un mundo sobre las creaciones populares andaluzas. Una nueva figura del andalucismo cultural fue el hijo de Machado y Núñez, Antonio Machado y Álvarez. Sus trabajos se distinguen por su afán científico y por la profundización en las raíces de las costumbres populares. Así, en su obra Cantes Flamencos presenta a el Flamenco como un elemento definidor de la cultura andaluza. Los principios teóricos y metodológicos que rigen los trabajos de estos estudiosos van a formar una nueva disciplina científica: el Folclore, término que procede del inglés arcaico y que significa “saber del pueblo”. Durante años, la cultura se había asociado al conocimiento científico, olvidando que existe una sabiduría popular que no está en los libros. Machado y Álvarez sentó las bases de una sociedad nacional cuyo objetivo era estudiar la cultura popular de cada uno de los pueblos de la Península, recogiendo sus proverbios, cantares, adivinanzas, creencias y formas de expresión. La Sociedad del Folclore Andaluz, creada en 1881 y presidida por Machado y Álvarez, fue la primera en constituirse. Bajo su dirección, publicaron estudios sobre las formas de vida y del pensamiento popular andaluz importantes autores y se comenzó a publicar la revista el Folclore Andaluz, la más importante de su tiempo en este tipo de estudios. Por otra parte, también se crea la Biblioteca de Tradiciones Populares, que en once volúmenes recogió una muestra representativa de los trabajos de los folcloristas españoles. Sin embargo, este amplio movimiento cultural andalucista no logró nunca tener ninguna repercusión política, pues no conectó ni con las clases populares, ni con la burguesa. Por un lado, los campesinos estuvieron más preocupados por los problemas de la tierra y fueron ganados por el socialismo y, sobre todo, por el movimiento anarquista. Por otro, la burguesía andaluza estuvo siempre a favor del proyecto centralista impuesto por la Restauración, participando activamente en él y desdeñando cualquier movimiento autonomista.
b.- La vertiente política del andalucismo. Blas Infante.
1.- Raíces del andalucismo. Algunos historiadores opinan que las primeras manifestaciones anticentralistas andaluzas, de claro matiz regionalista, aparecieron con el movimiento juntero en 1835. Tuvo este movimiento especial incidencia en Cataluña, Aragón y Andalucía, donde llegó a formarse una Junta Suprema en Andujar en defensa de los campesinos andaluces de los abusos del poder central, considerada por Blas Infante como el antecedente más importante del andalucismo. A partir de 1880, tras los fracasos de la República Federal y el movimiento cantonalista, se produce un resurgimiento de las ideas federalistas que alcanzan importante eco en Andalucía. Claro reflejo de este resurgimiento es la Constitución de Antequera de 1883, considerada como el punto de arranque del regionalismo andaluz y en la que se pedía una amplia autonomía para Andalucía, dentro de un estado español organizado como una república federal. Con este proyecto, que no logra concretarse en la práctica, se iniciaba un frente político alternativo al centralismo del Estado. A ello, hay que añadir el desarrollo del movimiento cultural andaluz como hemos visto antes. En conclusión, entre 1868 y 1900 se desarrollan en Andalucía importantes movimientos culturales, políticos (cantonalismo y federalismo) y sociales (conflictos por la propiedad de la tierra y las malas condiciones laborales) que, si hubieran actuado unidos, podrían haber desembocado en la formación de una fuerza nacionalista andaluza importante. Sin embargo, la falta de unión entre ellos, así como la inexistencia de una clase social que apoyara al andalucismo, trajeron como resultado su debilidad y poca importancia. Habría que esperar a los primeros años del Siglo XX para que el andalucismo tomara fuerza e importancia. 2.- Blas Infante. Nació en el pueblo malagueño de Casares en 1895, en el seno de una familia de pequeños labradores acomodados. En Casares pasó su niñez y conoció la dramática realidad del campo andaluz. Estudió derecho en Granada y se hizo notario, obteniendo su plaza en Cantillana (Sevilla) en 1906. Sevilla era en estos años un importante foco cultural y su Ateneo se había convertido en un foro de debate sobre temas del regionalismo andaluz. Blas Infante participó como contertulio en estos debates y publicó artículos en las revistas Bética y Andalucía entre 1913 y 1917, difundiendo sus ideas. En Sevilla conoce, también, las ideas del Georgismo, de Henry George, economista y político norteamericano, que colocaba la política agraria en el primer plano de la reforma socioeconómica de un país y de las que Infante tomará las ideas para acometer la reforma del campo andaluz. A partir de 1910, Blas Infante se fue distanciando del ambiente culturalista y poco comprometido con el andalucismo del Ateneo y comenzó la tarea de formar un movimiento andalucista en busca de la plena autonomía. En 1915, publica su libro El Ideal Andaluz, con el que pretendía despertar la conciencia histórica del pueblo andaluz y orientarlo hacia su liberación y emancipación. El Ideal Andaluz se va a convertir en la base del movimiento andalucista: Había que defender la idea de la existencia de una identidad propia de Andalucía y de movilizar a los andaluces para solucionar los graves problemas que tenían planteados. Para Blas Infante, el andalucismo pasaba por la recuperación espiritual y material de Andalucía y la superación de su tradicional atraso. Desde esta óptica regeneracionista, había que conseguir una Andalucía culta, industrial, orgullosa de su ser y de su historia. El movimiento andalucista de Infante, por tanto, no se opone a la integración de Andalucía en España, no es separatista, pero sí demanda una amplia autonomía y descentralización del Estado. En 1916, funda en Sevilla el Centro Andaluz, institución destinada a la difusión de las ideas andalucistas. Las bases del Centro quedaron reflejadas en su Manifiesto fundacional, redactado por Blas Infante, y que, entre otras cosas, recogía los siguientes objetivos: Búsqueda de la regeneración de España a través de la vía regionalista; Fortalecer y difundir el espíritu andaluz, la identidad andaluza, la conciencia de pertenencia a un pueblo; Búsqueda de soluciones a los problemas del paro, analfabetismo y mal reparto de la tierra en Andalucía. Estos centros se difundieron por toda Andalucía, agruparon a intelectuales y miembros de la pequeña burguesía y contribuyeron a la difusión de las ideas del andalucismo. Durante los años del “Trienio Bolchevique” en Andalucía, Blas Infante y sus colaboradores, preocupados por unir la cuestión regional al problema de la tierra, decidieron convocar una serie de Asambleas Regionalistas en las que se fue definiendo el programa político y económico del andalucismo. En 1918, se celebra la Asamblea regionalista de Ronda. En ella, se defiende que el estado español debería adoptar una forma federal que conllevaría una amplia autonomía regional y municipal. Se fijaron, también, una serie de objetivos para que Andalucía progresara económica y culturalmente y dejara de ser el “país del hambre y la incultura”. Pero, lo más importante de esta Asamblea es que se fijaron los símbolos de Andalucía: La bandera verde y blanca, el himno y el escudo. En 1919, se celebra la Asamblea Regionalista de Córdoba. En ella se exige la plena autonomía para Andalucía y se estableció un programa económico: se pide al gobierno central una profunda reforma agraria para Andalucía basada en los principios georgistas: colectivismo, reparto de las tierras, impuesto único, socialización de las tierras..etc. También se adopta el lema de Andalucía que figuraría en el escudo: “Andalucía por si, para España y la Humanidad”. Podo después, la proclamación de la dictadura de Primo de Rivera provocaría una crisis en el movimiento andalucista. Fueron cerrados los Centros y clausurada la prensa de orientación andalucista. Blas Infante se “exilió” voluntariamente a Isla Cristina abandonando toda actividad política. Como balance de estos años hay que señalar que el andalucismo siguió siendo un movimiento minoritario, que careció del apoyo popular. Hay que tener en cuenta que en Andalucía era muy difícil llegar a un nacionalismo que uniera a todos los grupos sociales. Por otra parte, los planteamientos andalucistas eran muy idealistas, careciendo de un programa adecuado a la realidad de la región. La II República vigorizó el movimiento andaluz. La nueva Constitución proclamaba un estado unitario y federal, en el que se reconocían las distintas regiones y su derecho a la autonomía. En este marco, los centros andaluces formaron la Junta Liberalista de Andalucía presidida por Blas Infante, cuyos objetivos fueron: conseguir el Estatuto de Autonomía; fortalecer el espíritu andaluz y elevar el nivel económico y cultural de Andalucía. A pesar de la oposición de los terratenientes y de la mayoría de la burguesía, en 1932 una reunión de diputados andaluces en Sevilla elaboró las bases para un anteproyecto de Estatuto, que ,en 1933, en una Asamblea reunida en Córdoba se convirtió en el Anteproyecto de Estatuto de Autonomía para Andalucía. La llegada de un gobierno conservador en 1933 bloqueó todo impulso autonomista, hasta la victoria del Frente Popular en febrero de 1936. En Junio de 1936, Blas Infante y la Junta Liberalista redactaron el proyecto definitivo de Estatuto que, una vez sometido a referéndum entre los andaluces, sería presentado en las Cortes españolas para su aprobación. El 15 de Julio, Blas Infante publicó su manifiesto “A todos los andaluces”, en el que defendía al Estatuto y que sería muy bien recibido por la mayoría de andaluces. Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil el 18 de Julio de 1936 pondría fin a las esperanzas de una Andalucía autónoma. Blas Infante sería detenido por fuerzas falangistas el 2 de Agosto, acusado de oponerse al Movimiento Nacional y de haber fundado un partido político andalucista. Sería fusilado en la noche del 10 al 11 de Agosto. |