A partir de 1750 la población mundial se va a incrementar un ritmo desconocido hasta entonces y además es un ritmo que va a perdurar durante todo el siglo XIX. Entre 1750 y 1800 la población mundial pasa de 700 a 900 millones de habitantes. Pero este crecimiento no va a ser uniforme a escala mundial sino que va a ser paz básicamente un fenómeno de Europa
¿Cómo explicar el crecimiento?
Sin duda alguna el crecimiento de la población está relacionado con el descenso de la tasa de mortalidad sobre todo en la fachada occidental de Europa y al relativos sostenimiento de la tasa de natalidad con una leve tendencia a la reducción.
Esto es lo que se ha venido a denominar revolución demográfica ya que supone un cambio estructural que da lugar al régimen demográfico moderno caracterizado por la drástica caída de las tasas de mortalidad y natalidad y que se consolidará en los países industriales europeos a partir de 1850
La tasa de mortalidad va a ir retrocediendo en Europa desde mediados del siglo XVII,I así en 1750 la tasa de mortalidad oscilaban entre 35‰ y 40‰ y 50 años después se situaban por debajo del 30‰. Para explicar el descenso de la mortalidad tenemos diversas teorías.
- Una primera teoría insiste en que se deben a la mejora de las condiciones sanitarias y a la elevación de los niveles de vida que se han traducido en una alimentación más sana y variada.
- Una segunda teoría es la que condiciona la reducción de la tasa de mortalidad a la mejora de las condiciones ambientales. Es decir solamente se explica la reducción de la mortalidad debido a que existe existe una reducción de la muerte catastrófica ya que las epidemias disminuyen a lo largo del siglo XVIII y XIX hasta desaparecer en el contexto europeo a finales del XIX. La última oleada de peste bubónica en el se da en 1720, en cambio las epidemias como el cólera se van a suceder con cierta periodicidad a lo largo del XIX hasta la última datada en 1885. Aunque la muerte epidémica sea cada vez más episódica las endemias van a seguir haciendo estragos entre las capas populares y la población infantil. En Francia por ejemplo por cada 1000 niños nacidos vivos mueren 187 en 1810 y 167 en 1880. El tifus consecuencia del hacinamiento de los núcleos urbanos, las neumonías y las venéreas conforman el cuadro de muerte más normal de la época. Las vacunas como las de Jenner que hizo retroceder a la viruela, o los descubrimientos de Pasteur, Roux y Koch van a dar lugar a la disminución de la mortalidad y por tanto la muerte estructural se va a ralentizar rápidamente. Por el contrario las tasas de natalidad permanecen elevadas 40‰.
El conocimiento del contagio y se proliferan las medidas higiénicas en los hospitales, las cuarentenas y la mejora de la higiene urbana por la extensión del alcantarillado, la vigilancia sobre el agua potable y la evacuación de las aguas residuales. La mejora de la alimentación y, sobre todo, la difusión de los tejidos de algodón, hicieron más difícil el contagio. En efecto, hasta entonces los pobres no llevan ropa interior lavable, sino que era de lana tosca, difícil de limpiar y no siempre había muda. El lino, material de la ropa interior de los ricos, era demasiado caro. Así que la ropa de los pobres casi siempre estaba sucia, hasta que se generalizó el tejido de algodón y el jabón hecho de aceite vegetal que empezó a producirse en grandes cantidades.
El incremento de la tasa de fertilidad sería el factor determinante en el crecimiento demográfico que irá a la par del progreso económico, ya que las hambrunas y las crisis de subsistencia desaparecen en los países en el proceso de industrialización desde 1840 o pudieron contrarrestarse en la Europa mediterránea gracias al aumento de la oferta mundial de cereales y a la mayor eficacia de los medios de transporte aunque ocasionalmente el aprovisionamiento intensificó la carestía de los alimentos o el hambre y en otras zonas europeas.
Como consecuencia, el crecimiento de la población de lugar de inmediato al aumento del consumo interno y a una sobre abundancia de mano de obra en el campo y ambas fueron condiciones imprescindibles para la revolución de la industria, que precisaba tanto de esa mano de obra sobrante como de mercados ilimitados