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Liberalismo económico y capitalismo financiero

Todas las potencias europeas incluido el Reino Unido, gobernaban con criterios mercantilistas. Según el mercantilismo la riqueza de un país se medía por la cantidad de metales preciosos que fueran capaces de acumular. El control del comercio era por tanto la pieza clave. El pacto colonial obligaba a las colonias a comerciar solo con su metrópoli a los precios que esta fijaba e impedir el desarrollo de las colonias en una economía propia. No fue hasta que se derogaron las leyes proteccionistas como la Corn Law cuando se entró en una nueva concepción de la economía.

En estos momentos había mucho dinero y muchas posibilidades de inversión en mundo entero, los nuevos inventos para producir más deprisa o cualquier plan que permitirá multiplicar los beneficios hacía pensar en momentos de bonanza y de optimismo.

Todo era pujante la nueva agricultura y en la nueva industria, los nuevos tiempos requerían nuevas teorías, los ricos y dinámicos burgueses de la revolución industrial pedían caminos abiertos y el fin de las viejas trabas. De acuerdo con este momento en 1776 un catedrático de la Universidad de Glasgow llamado Adam Smith había publicado su obra "Ensayo sobre la riqueza de las naciones".

Para Adam en Smith, que elaboró la más sólida teoría a favor del liberalismo económico, las leyes del mercado son fijas como las de la naturaleza. Hay que vender en todas partes y comprar lo mejor y lo más barato, venga de donde venga, y los aranceles impiden el progreso, pues la libre competencia estimula producir más barato y con mayor calidad. El mercado es libre es el gran motor del crecimiento y del progreso.

  • Libre de trabas, el mercado se equilibra por la ley de la oferta y la demanda.
  • El exceso de demanda hace subir los precios y el exceso de oferta los hace bajar.

El Estado no debe intervenir en la economía, solo debe asumir tres funciones: protegerse de las agresiones exteriores con el ejército, garantizar la paz interior con los tribunales y policía, y hacerse cargo de los sectores económicos no rentables (hospitales y socorro para pobres o cualquier otro sector no rentable para los particulares pero necesario para la sociedad); se trata del Estado mínimo.

"El progreso más importante en las facultades productivas del trabajo, y gran parte de la aptitud, destreza y sensatez con que éste se aplica o dirige, por doquier, parecen ser consecuencia de la división del trabajo (...).
Los efectos de la división del trabajo en los negocios generales de la sociedad se entenderán más fácilmente considerando la manera como opera en algunas manufacturas (...).

Tomemos como ejemplo una manufactura de poca importancia (...) la de fabricar alfileres. Un obrero que no haya sido adiestrado en esta clase de tarea (...) y que no esté acostumbrado(...) a manejar la maquinaria que en él se utiliza (...), por más que trabaje, apenas podría hacer un alfiler al día, y desde luego no podría confeccionar más de veinte. Pero dada la manera como se practica hoy en día la fabricación de alfileres, no sólo la fabricación misma constituye un oficio aparte, sino que está dividida en varios ramos, la mayor parte de los cuales también constituyen otros tantos oficios distintos.

En todas las demás manufacturas y artes los efectos de la división del trabajo son muy semejantes a los de este oficio poco complicado, aún cuando en muchas de ellas el trabajo no puede ser objeto de semejante subdivisión y reducirse a una tal simplicidad de operación. (...)

Debido a la división del trabajo, toda su atención se concentra, naturalmente, en un solo y simple objeto. Naturalmente, puede esperarse que uno u otro de cuantos se emplean en cada una de las ramas del trabajo, encuentre pronto el método más fácil y rápido de ejecutar la tarea, si la naturaleza de la obra lo permite. (...)

Esto no quiere decir, sin embargo, que todos los adelantos en la maquinaria hayan sido inventados por quienes tuvieron la oportunidad de usarlas”.
ADAM SMITH,
LA RIQUEZA DE LAS NACIONES, 1776.

“Todo hombre, con tal que no violar las leyes de la justicia, debe quedar perfectamente libre para abrazar el medio que mejor le parezca para buscar su modo de vivir, y sus intereses; y que puedan salir sus producciones a competir con las de cualquier otro individuo de la naturaleza humana (...).
Según el sistema de la libertad negociante, al soberano sólo quedan tres obligaciones principales a que atender: la primera, proteger a a la sociedad de la violencia e invasión de otras sociedades independientes; la segunda, el poner en lo posible a cubierto de la injusticia y opresión de un miembro de la república a otro que lo sea también de la misma (...); y la tercera, la de mantener y erigir ciertas obras y establecimientos públicos, a que nunca pueden alcanzar, ni acomodarse los intereses de los particulares, o de pocos individuos, sino los de toda la sociedad en común: por razón de que aunque sus utilidades recompensen con abundancia los gastos al cuerpo general de la nación, nunca recompensarían si los hiciese un particular.”

Adam Smith. La riqueza de las naciones. 1776.

Las crisis económicas del siglo XIX

Trabajo con textos

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